La diabetes es una enfermedad crónica que a día de hoy no tiene cura y que solo puede ser controlada con un exhaustivo seguimiento de los niveles de azúcar en sangre. Esto obliga a quienes la padecen a estar pendientes 24/7 y 365 días al año de los pinchazos de una aguja para inyectarse una cantidad muy concreta de insulina que deben calcular con cada medición que se hacen.
En el mejor de los casos, hay quien tiene un monitor continuo de glucosa que le avisa con alarmas cuando algunos de los parámetros son anormales y es necesario intervenir para evitar problemas mayores. Pero claro, cuando llega la noche, estos enfermos tienen que andar despertando cuando suenan las alarmas y en caso de no hacerlo lo que está en peligro es su propia vida.
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