Los coches eléctricos pueden ser la solución de Europa a la dependencia de EE UU

Un informe de Ember, un think tank británico centrado en energías limpias, señala que Europa podría reducir su dependencia global de combustibles fósiles en hasta un 70%. Aunque el bolsillo de los consumidores sufra un poco al tener que renovar el parque automovilístico, los beneficios a largo plazo podrían ser enormes para las economías del continente.
Los coches eléctricos pueden ser la solución de Europa a la dependencia del gas ruso. Pese a que los ciudadanos, por supuesto con su parte de razón, lamentan la necesidad de cambiar de coche ante nuevas regulaciones que fomentan la movilidad sostenible, los datos arrojados por este estudio de Ember apuntan a que las economías europeas se beneficiarían mucho del ahorro en energías fósiles importadas de otras regiones.
Europa se encuentra en una encrucijada. La invasión rusa de Ucrania en 2022 puso al descubierto una de las mayores vulnerabilidades del continente: su profunda dependencia de los combustibles fósiles importados de Rusia para mover los vehículos, calentar las casas y alimentar a la industria.
Tres años después, y a pesar de los esfuerzos por diversificar fuentes, muchos países europeos siguen dependiendo en gran medida de las importaciones de petróleo y gas. Según Ember, Italia cubre el 77% de sus necesidades energéticas con importaciones de combustibles fósiles, España el 74%, Alemania el 67% y Francia el 51%.
Un reciente informe de esta organización sostiene que la adopción masiva de tecnologías basadas en electricidad, lo que ellos llaman «electrotech» (vehículos eléctricos, bombas de calor y energías renovables) podría reducir la dependencia global de los combustibles fósiles importados en un 70%. Esta transición no solo fortalecería la seguridad energética europea, sino que también supondría un ahorro anual estimado de 1,3 billones de dólares (1,14 billones de euros) para los países importadores.
La reducción de la dependencia del gas y petróleo ruso ha sido notable: desde 2022, Europa ha logrado reducir a la mitad sus importaciones desde Moscú. Sin embargo, este avance ha venido acompañado de un giro hacia el otro lado del Atlántico. En 2024, la Unión Europea importó más petróleo y gas de Estados Unidos que de cualquier otro país.
Mientras que el gas y el petróleo deben importarse y consumirse de forma continua, las tecnologías eléctricas requieren una sola importación (por ejemplo, de un solar o una batería) para asegurar energía durante años o incluso décadas. Además de reforzar la seguridad energética, la rápida adopción de tecnologías eléctricas será clave para que la Unión Europea cumpla su objetivo de neutralidad de carbono en 2050.
En palabras de Kingsmill Bond, estratega de Ember, «la tecnología eléctrica ofrece la vía de escape más rápida» ante la creciente inestabilidad de los mercados energéticos globales. En definitiva, aunque los coches eléctricos y el resto de tecnologías limpias se convirtieron en prioridad para reducir la huella de carbono (política con la que una parte de la población no concuerda) hay más motivos que la respaldan aparte de los morales o políticos: también la economía se beneficiaría a la larga.