Parecía algo utópico pero ya es una realidad: el 5G ha llegado a todo el territorio español. El país ha alcanzado una cobertura del 95,76% en redes móviles de quinta generación, según el último informe oficial del Gobierno.
En la práctica, esto se traduce en que prácticamente cualquier ciudadano, viva donde viva, ya tiene a una conexión más rápida, más estable y con menor latencia. Pero ahora que el despliegue total ya es una realidad, nos surge la pregunta: ¿y ahora qué?
El 5G ya está en los pueblos
La llegada del 5G se anunció como un cambio total en las conexiones, al menos tal y como las conocíamos por aquel entonces. Esta tecnología es la llave maestra para desbloquear un sinfín de escenarios que, muchos de ellos, se antojan futuristas. Sin embargo, al menos por ahora, los s solo están disfrutando de mejoras algo más marginales con no todo el 5G es igual. El informe del Gobierno diferencia entre 5G NSA (Non Stand Alone), que se apoya en infraestructuras 4G, y el 5G SA (Stand Alone), que es el verdadero salto tecnológico. Este último solo cubre actualmente al 44,11% de la población, y apenas al 12% en zonas rurales. Es en este 5G “real” donde reside el potencial para cambiarlo todo. Y es ahí donde todavía queda mucho por hacer.

El problema es que el mundo no para, y mientras España culmina el despliegue del 5G SA, la industria está un escalón por encima, y el horizonte empieza a dejar ver un 6G cada vez más esperado. Todavía está en fases tempranas, pero las primeras investigaciones y pruebas ya se están llevando a cabo. De hecho, países como Corea del Sur, China, Estados Unidos y algunos de la Unión Europea, están invirtiendo miles de millones en esta tecnología, que promete, de nuevo, cambiar el mundo y las comunicaciones. Y España, que ha demostrado ser puntera en despliegue de fibra y ahora también en cobertura 5G, tiene una oportunidad de oro para no quedarse atrás.
¿Cuándo tendremos 6G?
El 6G promete multiplicar por diez las capacidades actuales del 5G: velocidades de descarga de hasta 1 Tbps, latencias inferiores al milisegundo y una integración total con la inteligencia artificial, la computación en la nube y los dispositivos inteligentes. El objetivo no es solo ofrecer mejores conexiones, sino construir una infraestructura capaz de soportar ciudades autónomas, hologramas interactivos y comunicaciones cerebro-máquina. Parece ciencia ficción, pero ya se están escribiendo las bases técnicas que lo harán posible antes del final de esta década.

Pero volviendo al presente, uno de los grandes retos de España sigue siendo la brecha digital. Aunque se ha reducido notablemente en el último año, especialmente en el entorno rural, sigue habiendo zonas donde el 5G SA y la fibra óptica no han llegado con la misma intensidad que en las grandes ciudades.
Además, con la conectividad masiva viene también una mayor responsabilidad. España ha aprobado recientemente un Real Decreto para blindar la seguridad de las redes móviles 5G, situándose en línea con las recomendaciones de la Unión Europea, para proteger estas infraestructuras tan vulnerables.
Por tanto, lo que nos espera, al menos en España, es un proceso de maduración tecnológica que irá activando progresivamente todo ese catálogo de usos que siguen dormidos, como son los coches autónomos, la medicina remota o la realidad aumentada. Por otro lado, la mirada hacia el futuro ya nos arroja un nombre, el del 6G, con la promesa de transformar el mundo. Esta vez sí.