Sí, llevo dos de dos. Y pretendo verlo hoy también. El programa de Broncano, dicen que está siendo líder de audiencia, pero es posible que haya otras personas que lo vean por el mismo motivo que yo. Aunque no me sienta muy orgulloso de ello, tengo, al menos de momento, una sola razón para verlo.
La Revuelta lleva un par de días en antena en la televisión pública, en la TDT, en la de todos. El programa ha comenzado con un buen ritmo y se pueden hacer todo tipo de análisis sesudos para entender su éxito. Pero, en mi caso, no me quiero complicar la vida con ese tipo de informes, porque no van por ahí las cosas. Te voy a contar qué es eso que me está llevando a ver el programa cada mañana. Sí, cada mañana, en serio.
Así están las cosas
Debo decir que este no es un artículo para contentar ni a los haters de Broncano ni a sus fans. Es el perfecto ejemplo de artículo de opinión que, al final, cabrea a todo el mundo. Pero había que decirlo. Como te decía, querido lector, yo veo “el programa de Broncano” o “lo de Broncano” (todavía no tengo claro qué versión se acabará quedando). Y lo hago porque, a día de hoy, no tengo otra opción.
En serio. No la tengo. Cuando amanece en el país donde vivo, en España todavía es de noche. Llevo a los niños al colegio y enciendo la televisión. Me gusta la televisión en español, pero las facilidades para ver sus canales desde aquí son más bien mínimas. Mínimas o casi inexistentes. La mayoría de plataformas bloquean la señal internacional, como es el caso de Movistar Plus+, servicio que solo se puede contratar internacionalmente en algunos países (no funciona ni con VPN).
Eso sí, el programa, que no está ni bien ni mal, simplemente es un divertimento para echar un rato y tampoco dura tanto como para ni plantearte si dejar de verlo, tendría que dejar ya de mencionar El Hormiguero. Porque, al final, me están dando ganas de ver a Pablo Motos y compañía haciendo flexiones. Esperemos que, con el paso de los días, se dejen de tantas audiencias, minutos de oro y demás datos que sobrevuelan la cabeza de los espectadores de a pie, y que se concentren en generar buen contenido. Y sí, el hombre mágico da mal rollo, pero creo que le echaré de menos si deja de aparecer.
Actualizando mi opinión después de haber visto el tercer programa, me tengo que quitar el sombrero ante la elección de invitados y el enfoque que se le ha dado en esta última edición. Se siguen repitiendo las referencias a la competencia de una manera demasiado exagerada, pero el valor de la entrevista y la sesión de humor absurdo en la Gran Vía han impulsado mi opinión por el programa de una manera positiva. También hay que reconocer que, como padre sometido a la tiranía de Baby Shark durante horas, resultó divertido ver el momento inicial del programa.
Ahora habrá que ver si la audiencia se mantiene y si los responsables de La Revuelta mantienen esta misma línea en la que se apuesta por la cultura, por un humor no tan zafio como en otros espacios y por un tipo de conversaciones locas, pero con cierta base de interés. No va mal la cosa. Eso sí, en el último programa de la semana, el del jueves, El hormiguero recuperó el liderazgo cuando recurrieron a un invitado de máxima actualidad como es Lamine Yamal, jugador de fútbol del Barcelona que, como era de imaginar, captó la atención de los espectadores. La revuelta tuvo a Raúl Cimas, que se trata de un comodín, ya que con su particular humor y presencia siempre garantiza un buen rato. En la segunda semana, habrá que ver qué ocurre con los enfrentamientos de audiencia y también veremos si La revuelta pica el anzuelo o no que le ha tirado su rival. Es de imaginar que seguirán con sus invitados de interés general y que no entrarán al trapo, pero nunca se sabe. Por lo pronto, el programa de Broncano sigue manteniendo a los invitados en máximo secreto y con una preparación de última hora para que el factor sorpresa prevalezca.