Todos los dispositivos que usamos a diario experimentan fallos o bugs. Ningún software es perfecto, y por ello los fabricantes están lanzando constantemente actualizaciones que arreglan fallos, y en otros casos los introducen. Pero, ¿por qué llamamos bug a estos fallos que ocurren en programas, aplicaciones, sistemas operativos y hardware?
El último estudio que se realizó sobre el coste de los bugs se llevó a cabo en el año 2002, y éste estimó que el coste de los bugs equivale al 0,6% del PIB de Estados Unidos (unos 60.000 millones de dólares ese año). La cifra probablemente ha aumentado, ya que dependemos cada vez más del software, y todos experimentamos cuelgues, ralentizaciones o software que nos dificulta el día a día.
Edison, el primero en asociar bug a un fallo
Coloquialmente llamamos a estos fallos bugs, pero no se sabe exactamente cuándo empezaron a llamarse así. Muchos historiadores parecen coincidir en que todo parte de Thomas Edison en el año 1878, donde usaba el término «bug» para referirse a un problema difícil que requería solución, o un defecto a nivel de diseño que requería solución. En concreto, en la carta escribió que «había encontrado un ‘bug’ en su aparato».
fallo del ordenador, ya que además había sido golpeada, lo que indica que había seguido funcionando después de que entrase.