A pesar de ser uno de los servicios en la Red más revolucionarios de los últimos años, Spotify no acaba de consolidarse económicamente. El porqué de esta realidad tiene un culpable directo: la industria discográfica, cuyos contratos e imposiciones traban el modelo de negocio de la plataforma musical.
Spotify ha conseguido triunfar en Internet en los últimos años, pero ha tenido como principal asignatura pendiente el generar amplios beneficios económicos. Aunque cuenta con un número millonario de s en todo el mundo, Spotify a pagar una cantidad determinada por número de suscriptores, por número de escuchas o incluso por los ingresos totales de la compañía.
No conformes, las discográficas tienen la posibilidad de fijar los precios del servicio y ser parte propietaria de la compañía. Además, reciben el pago por adelantado en muchas ocasiones, con independencia de si sus contenidos van a ser escuchados en el servicio. Asimismo, imponen como condición dejar la puerta abierta a la renegociación del contrato con subidas de tasas con el fin de aumentar los ingresos que reciben de Spotify.
La ristra de condiciones impresionan y asustan a partes iguales, ya que muestran una serie de variables que no se dan en ningún otro sector y que obligan a los responsables de la plataforma online a hacer auténticos malabares a la hora de intentar rentabilizar su inversión. En definitiva, una clara muestra del concepto cerrado de una industria empeñada en defender un modelo de negocio obsoleto y excesivamente cerrado.